Nos montamos en una máquina del tiempo y viajamos hasta la Barcelona de finales del siglo XIX. La capital catalana es sinónimo de deporte. La Ciudad Condal ha tenido a lo largo de la historia contemporánea una gran cantidad de equipamientos deportivos de primer nivel. No hacemos referencia solo a clubes o entidades, sino también a las diversas infraestructuras que han poblado sus calles.
Una de las más especiales y singulares fue el Velódromo de la Bonanova, un equipamiento dedicado al ciclismo que existía en lo que actualmente se conoce como zona alta de Barcelona. El hecho de que utilicemos el pasado para describir el velódromo no es baladí, ya que es un equipamiento que fue derribado a principios del siglo XX. Si estabais pensando en circular por sus pistas este fin de semana, os tocará buscar un nuevo destino.
Dicho espacio es también especial porque fue el primer campo del FC Barcelona. Un hecho destacable, ya que el Barça es un club futbolístico referencial, cuyo potencial se hace tangible en la actualidad informativa, en las predicciones y análisis de las casas de apuestas y en su gigantesca masa social.
Instalación pionera
El Velódromo se encontraba ubicado en una zona que se conoce con el nombre de Turó de Modolell, en el actual barrio de la Bonanova, en Sant Gervasi. Fue inaugurado el día de La Mercè de 1893, y fue el primero de estas características construido en la capital catalana.
Aunque fue edificado a finales del siglo XIX, el recinto ya contaba con elementos visualmente espectaculares, como su tribuna o las dos rectas de cemento de 120 metros de largo. También contaba con dos curvas peraltadas de 80 m para una cuerda total de 400 m. Los usuarios o visitantes al recinto podían disfrutar asimismo de un magnífico restaurante y un vestuario donde poder engalanarse con las prendas adecuadas para la práctica deportiva.
La iniciativa de su construcción surgió gracias a la publicación de un artículo en la revista «El Ciclista«, un magazine que servía para exponer las ideas y planteamientos de la Sociedad de Velocipedistas de Barcelona. El proyecto se financió gracias a la emisión de bonos y acciones, un planteamiento aprobado después de una multitudinaria reunión a la que fueron citados todos los amantes del ciclismo de la ciudad.
Del esplendor a la decadencia
Curiosamente, sus primeros años fueron brillantes, con la celebración de varias carreras internacionales que hicieron que el espacio ganara relevancia mediática. También vio sobre su pista récords de velocidad, como el conseguido por el ciclista Antonio de Sard.
Tras la aparición y consolidación de nuevos deportes -como es el caso del fútbol– el espacio empezó a entrar en decadencia. Como ya hemos mencionado anteriormente, el Barça disputó sus primeros partidos en su superficie. Con el crecimiento progresivo del club, sus jugadores y aficionados demandaron un espacio con mejores características.
El Velódromo de la Bonanova, que abrió tímidamente sus puertas al fútbol, quedó engullido progresivamente por el ascenso imparable del deporte rey. En 1898 acogió su última carrera ciclista, y de 1899 en adelante, solo partidos de fútbol. Fue destruido en 1906.