Iván García Cortina es un ciclista profesional de 24 años de Gijón (Asturias). Joven y polivalente, en 2017 se unió al Team Bahrain McLaren y se abrió paso en el pelotón con victorias en pruebas internacionales como la Vuelta a España o la París-Niza. Considerado como un gran sprinter y ciclista para carreras de un día, Iván es, ante todo, un apasionado del ciclismo: rodar en su bicicleta le da libertad para explorar su entorno y pasar un buen rato con sus amigos en la naturaleza.
Debido a la crisis del COVID-19, se quedó confinado en su casa de Andorra durante semanas. Fue en esos días cuando, casi en secreto, empezó a imaginar y preparar sus próximos retos, carreras y proyectos. Ahora, Iván nos invita a acompañarle en la primera de las aventuras de su lista de deseos: un recorrido por todas las carreteras de un país, Andorra, en tan solo dos días.
Texto: Iván García Cortina
Fotos: Fidel Bagan para Strava
Tras muchos días de cuarentena sin poder salir a la calle y sentir el aire en la cara montado sobre la bici, he tenido mucho tiempo para pensar lo afortunado que soy de ser ciclista profesional y vivir de hacer lo que más me gusta, sentirme libre sobre una bicicleta. Pero también he tenido mucho tiempo para pensar nuevas aventuras y proyectos, como es el caso de “A country in two days”.
Durante el confinamiento me pasé muchas horas con mi ordenador, diseñando rutas con el creador de Strava, para todo tipo de cosas: para hacer una ruta desde Andorra a Asturias en cuatro días, rutas de gravel por la zona, y muchas más ideas que iban rondándome la cabeza. La verdad que es una aplicación muy útil y muy sencilla para personas que les guste explorar como a mí.
Y aquí empezó nuestra aventura. Una aventura en la cual aparte de evadirme de todo y disfrutar como nunca sobre la bici, también tenía una idea en cuanto al entrenamiento. Quería aprovechar estos dos días para hacer muchas horas sobre la bici y trabajar el fondo de cara a las clásicas. Estamos en un momento intermedio, llevamos un mes entrenando y el cuerpo ya empieza a reaccionar positivamente a sesiones tan duras. Antes de empezar con los entrenamientos cortos y explosivos, me gusta meter algunos de fondo y largos como éste.
¡Llega la hora de la verdad!
Un día antes de comenzar la ruta ciclista, el lunes 8 de junio, empezamos los preparativos. Bici lista, ruedas hinchadas, ropa escogida, comida en la bolsa del manillar, y los repuestos necesarios para los 367 km y 11.600 metros de desnivel por Andorra de los próximos dos días. Un buen plato de pasta y a dormir para el día siguiente.
Día 1: Martes 9 de junio
Ruta: 178 km y 5.289 m de desnivel
6:45 AM suena el despertador. Creo que estaba tan emocionado con el reto, que no me costó nada despegarme de la cama, pese a que normalmente parece que la cama me atrapa. Me visto y salgo con Nalu (mi perro), a comprar el pan y algún que otro dulce para desayunar. Un buen desayuno, tres cafés dobles y a las 8:30 AM nos ponemos en marcha.
A los pocos kilómetros de la ruta empezó a llover. A medida que íbamos ascendiendo el primer puerto del día, Ordino Arcalís, la climatología no mejoraba para nada, más bien iba empeorando. Cuando llegamos a la cima, había 0º y estaba nevando.
Nos pusimos a bajar rápidamente para la segunda subida, pero casi no podíamos frenar, el frío nos congelaba los dedos y los pies por el agua que salpicaba de la carretera. Además, la ropa que teníamos no era la más adecuada, porque pensábamos que iba a hacer un buen día de sol, pero aquí en la montaña nunca sabes y puede cambiar de un momento a otro radicalmente.
Después de este mal momento la cosa cambió, y el día fue muy distinto. Poco a poco se fue abriendo y subiendo ligeramente la temperatura. Esta primera parte del día tuve la suerte de contar con la compañía de Edu Prades y Bernat Font, por unos kilómetros para no hacerlo todo solo. De todas formas, a mitad de camino, cuando teníamos tres horas en las piernas y nos paramos a reponer fuerzas con un buen pastel y un café, nuestros caminos se separaron.
Ya en solitario seguimos escalando metros y metros de desnivel hasta llegar al Port de Envalira, que es el puerto más alto de Andorra con 2.408 m de altura, y cómo no, con mucho frío.
Seguimos 5 km más en bajada para llegar a la frontera con Francia y nos dimos la vuelta otra vez por el port de Envalira hasta la vall d’Ransol, que junto con la vall d’Incles son los dos valles más bonitos de Andorra para mí.
Hasta aquí todo fue relativamente fácil, excepto por la climatología, que no era la mejor por el frío, la lluvia del principio y que aún tenía los pies empapados tras seis horas sobre la bici sin sentir los dedos de los pies. Pero de camino a Els Cortals d’Encamp, último puerto del día, las energías se terminaron y básicamente sólo pudimos sobrevivir. La velocidad no era constante, sin fuerza para meter vatios en los pedales y parecía casi interminable.
Una vez arriba todo cambió, casi había logrado completar el primer día de este reto. En este punto no sabía si estaría más cansado yo, o mi fotógrafo, que me acompañó los dos días en su scooter de 125 cc cargando con las dos cámaras y el dron, durante todas las horas cada día. Así que él se fue directo a casa porque ya sólo quedaba bajar el puerto, hacer los 5 kilómetros de gravel rodeando el lago de Engolasters y llegar a casa, que también era en subida.
Llegué a casa sobre las 6:30 PM, así que sólo me tomé un batido de recuperación SIS y esperé a la cena, que sin duda fue el mejor momento del día. Nada más y nada menos que tres pizzas y unos panes de ajo… Mmmm. Por suerte tengo a mi novia que es masajista y me dejó las piernas como nuevas para el día siguiente.
Día 2: Miércoles 10 de junio
Ruta: 189,7 km y 6.335 m de desnivel
7:00 AM, el despertador llevaba sonando 15 minutos, pero no lo había ni escuchado… Se notaba que el cuerpo quería descansar más, pero no era posible, quedaba el día más largo y más duro en cuanto a kilómetros y metros de desnivel, aunque la dureza del día anterior era diferente al ser la mayor parte del día a más de 1.800 metros de altura y la falta de oxígeno se hace notar.
Tras otro buen desayuno y algún que otro café, a las 8:30 AM salimos dirección Pal y Port de Cabus, ya en subida directamente. Estos dos puertos no fueron del todo mal, pero a partir de aquí comenzó el peor momento de este reto.
Después de Port de Cabus, subí Arinsal sin fuerzas y vacío y, después de éste, vino Beixalís. La sensación de agotamiento total era increíble, a cada pedalada que daba me apetecía pararme a descansar, pero conseguimos llegar arriba e ir directos a la parada para reponer fuerzas y descansar un poco, ya que esta vez la parada la hice con más de cuatro horas en las piernas.
Dos tostadas enormes de atún con aceite y tomate, una coca de chocolate grande y dos cafés dobles, un agua con gas y una buena charla disfrutando del sol con otros ciclistas y motociclistas, consiguieron darle la vuelta al cuerpo por unas horas y librarme de esa sensación tan mala.
Así pues, pusimos rumbo a coll de la Gallina, uno de los puertos más míticos en Andorra ‘por culpa’ de Purito. 10 km al 10% de media, que sorprendentemente lo subí muy ágil y con fuerza después de la parada. De aquí fuimos a Os de Civis, que es la frontera con España y al bajar me encontré con un grupo de argentinos haciendo un verdadero asado argentino, así que me paré un rato con ellos y de paso pude refrescar un poco las piernas en el río.
Con el estómago lleno, me vuelvo a subir en la bici a hacer la última parte del día, Aixas, Rabassa y Certers. Solo tres puertos pero duros y alguno muy largo: Aixas, el primero sin problemas; La Rabassa a medida que iban pasando los kilómetros, los metros de ascensión y los minutos sentía la falta de fuerzas. Me tomé dos geles de golpe y me dieron la energía suficiente para coronar. Pero la mente estaba en la última subida del día, que aunque son solo 5 kilómetros, ya llevaba 8 horas en las piernas y las fuerzas eran mínimas.
Llegamos a Certers, último puerto pirenaico del día, y sinceramente, creo que era porque la mente sabía que sólo quedaba eso, pero me empecé a sentir eufórico en esa última parte del día. Coroné el puerto y sólo tardé 35 minutos en bajar y llegar a casa, cruzando todo el centro de la ciudad. Todas las fuerzas que me habían faltado en otros momentos parecía que se hubieran encendido como una cerilla de golpe para ese último tramo final.
Así que con casi 9 horas y más de 6.300 metros de desnivel terminé mi reto muy contento. Estos dos días creo que, personalmente, han sido muy enriquecedores e inolvidables.
Aunque en algún momento de la ruta sí fui acompañado, el 80% lo hice en solitario, con algo de música en los auriculares que sólo escuché en alguna ascensión, pero la mayor parte del día iba solamente pensando en mis cosas. Después de tantas horas llegas a un punto de casi meditación.
Jamás había hecho tantas horas sobre la bici y menos aún dos días seguidos, lo que me hacer ganar un mayor respeto aún por las carreras y competiciones de ultra gran fondo, que siempre me han llamado mucho la atención y a las que he tenido mucho respeto. También me hizo valorar mucho el trabajo de masajistas y mecánicos en nuestras competiciones, ya que cuando estás en competición sólo te tienes que preocupar de competir y estar concentrado al 100%. En cambio yo tuve que preparar toda la comida, lavar la bici, hacer la colada… Son cosas que no valoras tanto hasta que haces algo así.
Dicho esto, ¡hasta la próxima aventura!
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