Viajar es uno de los placeres de la vida para muchas personas. Para los ciclistas, además, si lo hacemos con nuestra bicicleta siempre es siempre un extra.
Esto último no es posible muchas veces dependiendo de a dónde vayamos, el medio de transporte que elijamos o de si vamos acompañados. Afortunadamente, hay soluciones para casi todo y una de ellas es viajar en camper.
Este tipo de vehículos puede ser una excelente opción para escapadas en solitario, en pareja, con amigos o familia. Con ellos no sólo llevaremos la casa a cuesta allá a donde vayamos, sino que también nuestra bicicleta.
Viajar en camper puede ser muy práctico tanto si nos deslazamos a una marcha cicloturista un fin de semana, si queremos hacer una ruta por algún rincón perdido de nuestra geografía o descubrir una zona con la opción de movernos en bici por ella, por poner sólo algunos ejemplos. Y es que con una camper tenemos transporte (para nosotros y nuestras bicis) y alojamiento en uno.
Para conocer un poco más cómo es la experiencia de viajar en camper, nos escapamos unos días por el sur de Francia acompañados de la familia y, cómo no, de nuestras bicicletas.
Preparación
Lo cierto es que llevábamos años queriendo vivir una experiencia en camper y gracias a la colaboración de Roadsurfer hemos podido probar esta forma de moverse durante cuatro días. Y os podemos avanzar (ojo, spoiler) que es una vivencia muy guay.
Para este viaje elegimos una camper Surfer Suite Volkswagen California Ocean, aunque Roadsurfer tiene disponibles en alquiler muchas opciones de diferentes tamaños y precios. Este es el vehículo de camping más pequeño y compacto, lo que permite mucha más libertad a la hora de moverse por pueblos y ciudades, casi comparable a un coche tipo SUV.
La idea inicial era pasar cuatro días con toda la familia (dos adultos y dos niños con cuatro bicis de montaña incluidas) en el Parque Nacional Picos de Europa, pero dado que el tiempo pintaba con mucha lluvia, decidimos cambiar las MTB por las bicis de paseo y hacer ruta hacia Francia yendo por la costa del mediterráneo. Y es que otra de las ventajas de viajar en camper es que puedes improvisar y adaptar los planes sobre la marcha.
Previa descarga de alguna app para campistas (la mayoría de gente que se mueve con autocaravanas las usan y la verdad es que son muy útiles) como Roadsurfer Spots, por ejemplo, y una vez cargada la camper (hay que organizarla muy bien para que no haya cosas por medio y puedas moverte con libertad cada vez que paras en un destino), ya estábamos listos para emprender el viaje.
Ten en cuenta que moverse con este tipo de vehículos es exactamente igual a hacerlo con un vehículo particular (no profesional). Es decir, que en el caso de que viajes con niños (como es mi caso), debes respetar las normas viales y de seguridad vigentes en lo que respecta a sillitas o alzadores.
Rumbo a Francia
Con todo preparado, la primera parada rumbo al sureste de Francia desde Barcelona fue Castelló d’Empúries, en Girona, cerca de la frontera. Un sitio muy atractivo en la Costa Brava, sobre todo si te mueves también con mascotas (no es nuestro caso, pero ahí queda la información), ya que existe una playa abierta para ellas a la que se accede por un pequeño camino (aquí es donde se nota la comodidad de una camper de tamaño reducido en comparación con las grandes autocaravanas) donde puedes pasar la tarde en una inmensa playa de arena fina.
Si decides quedarte a dormir por la zona cerca de esta playa tienes un camping. Y es que técnicamente no puedes pernoctar en ningún lugar de España donde no esté autorizado, ya que podrías buscarte un problema con las autoridades locales.
Nuestra idea era escapar del mal tiempo, así que después de cargar pilas y tomar algunas fotos en esta primera parada, seguimos camino hacia Leucate, una zona perteneciente a la región natural de Corbières (Languedoc-Rosellón) situada en la costa de Francia. Zona frecuentada por amantes del kitesurf y el windsurf.
Al llegar, localizamos un pequeño aparcamiento de caravanas justo en la línea de playa donde por 12,75 € tienes derecho a pernoctar y disponer de 10 minutos de agua potable. Como la camper tiene un depósito de 30 litros para ducha, lavar platos, etc fue más que suficiente para llenar el tanque.
Como no todo siempre puede ser perfecto, aquí es donde vimos quizás la única limitación que le pondríamos a viajar con este tipo de vehículo. Hablamos del baño o, mejor dicho, la falta de él. Estoy seguro de que el 90% de los sitios habilitados disponen de servicios, pero te puedes topar, como fue mi caso, de que no existan o no estén disponibles y ahí es donde debes usar la imaginación.
Un breve recorrido por la zona nos descubrió algunos spots alucinantes, como una vía asfaltada y muy bien señalizada que iba desde el parking de caravanas hasta un pequeño puerto de pescadores de ostras. Allí, por un lado descargaban el material y por el otro había pequeños restaurantes de degustación. Todo muy pintoresco y con la sensación de un lugar que quedó anclado en el tiempo.
Cenar y dormir
Ya de regreso al aparcamiento y habiendo tomado buena nota de los sitios que queríamos recorrer con las bicis al día siguiente, decidimos descargarlas (es muy fácil subir y bajarlas del portabicicletas de la camper), y prepararnos para la cena.
Aunque la caravana dispone de una pequeña cocina de dos fogones, mi recomendación es que si no es estrictamente necesario (ya sea porque el clima no lo permita o por la zona donde se esté aparcado) cocinar fuera es la mejor opción. De esta forma evitas malos olores dentro. Piensa que es el sitio donde pasadas unas horas dormirás, así que recomendamos llevar un pequeño hornillo de gas que siempre será útil.
Preparar todo para dormir es muy fácil si has elegido el modelo de camper con techo elevadizo. Tan sólo con darle a un botón en unos segundos tendrás disponible el habitáculo superior montado y listo para poder dormir dos personas con comodidad.
La parte inferior también es muy fácil e intuitiva a la hora de convertirla en habitación, con sólo desplazar los asientos traseros y bajando los respaldos rápidamente tienes una cama doble.
Pese a que no fue el caso porque el clima no lo requirió, también cuentas con una calefacción estacionaria que no necesita que el motor esté encendido para funcionar así que, llegado el caso, si hiciera frío estarías a buen resguardo. Una recomendación es tratar de esperar hasta el último minuto para convertir la parte inferior en dormitorio, ya que una vez lo haces, el espacio entre asientos delanteros y traseros desaparece.
Playa y montaña
Después de un apetitoso desayuno fresco -gracias a contar con una “pequeña” nevera de 42L en la zona de la cocina- guardamos las mesa y las sillas (incorporadas en la carrocería de una forma muy ingeniosa) y nos dispusimos a salir con las bicis. 20 kilómetros y una degustación de comida local en el puerto fueron suficientes para conocer la zona y quedarnos con un muy buen sabor de boca de esta etapa del viaje.
Tras esta salida en bici, decidimos que era suficiente el paisaje de playa para este viaje. Eso es lo mejor de viajar con esta libertad, que puedes ir eligiendo sobre la marcha dónde quieres comenzar una nueva aventura). Después de buscar en el mapa y en distintos blogs de viajes, lugares más agrestes donde encontrar algún lago o rio, localizamos una pequeña zona en el interior de Francia donde el paisaje pintaba muy bien. Así que desmontamos todo, lo cargamos a la furgo y emprendimos viaje hacia nuestro nuevo destino: Duilhac-sous-Peyrepertuse, una localidad francesa situada en el departamento del Aude, todavía en la región de Languedoc-Rosellón.
Y no nos equivocamos. A unos 50 minutos de distancia y separado de la costa primero por autovía y luego una serie de carreteras sinuosas llegamos al pequeño pueblo de Cucugnam, una autentica maravilla escondida en un valle rodeado de viñedos y campos interminables.
La idea era intentar dormir en áreas preparadas para pernoctar, pero encontramos un pequeño camping regentado por una pareja muy amable que nos permitió estacionar en un área muy acogedora y con vistas espectaculares al valle. Así que desmontamos todo y decidimos pasar el resto del día disfrutando de este maravilloso paraje.
Turismo en camper y bicicleta
A la mañana siguiente salimos nuestras bicicletas y tuvimos una parada obligada en la panadería del pueblo, ya que nos habían recomendado no irnos sin degustar una de las tantas variedades de pan hechas con harinas ancestrales que mantenían aún en pequeños cultivos a lo largo del valle. La visita obligada al pueblo incluía un breve pero pintoresco recorrido por el molino centenario que coronaba el pueblo y que había funcionado hasta hace tan solo diez años.
Nos habían hablado de un sitio muy atractivo, las Gorges de Galamus, a las que se accede por una pequeña y estrecha carretera espectacular flanqueada, por un lado, por inmensas paredes montañosas y un profundo desfiladero al otro. Realmente no decepciona, es un paisaje increíble que si estás por la zona no puedes dejar de visitar.
Después de pasar todo el día visitando algunos parajes alucinantes, ya de vuelta en el pueblo, decidimos acampar nuevamente en el camping y descansar. Un pequeño paseo en bicicleta para relajarnos y una cena bajo las estrellas fue el mejor final para un día completo.
Ya por la mañana y encarando nuestro último día, decidimos ir a refrescarnos a las Gorges du Verdouble. Es un sitio idílico accesible por un pequeño camino en que se puede nadar en las pequeñas fosas y admirar las cascadas y los baches naturales mientras se asciende por el sendero que bordea las gargantas.
Vuelta a casa
Como todo lo bueno tiene un final, tocaba recoger y guardar todo dentro de la camper y emprender el viaje de vuelta. Fueron tan solo dos horas y media hasta Barcelona, tiempo suficiente para poder recordar lo vivido y comentar todos los increíbles sitios que visitamos.
Tras esta experiencia, nos quedamos con la sensación de querer más, de tener ganas de perdernos de nuevo con la camper y nuestras bicicletas por nuevos parajes. Así que ya en el camino de vuelta estábamos ideando nuestra próxima aventura.