Están cada vez más de moda por todas partes y van convirtiéndose en una forma de aunar ejercicio, conciencia social y diversión. ¿Qué son esas Poker Runs de las que se empieza a hablar con tanta frecuencia?
Se trata de competiciones que fusionan pedaladas y azar, aunque originalmente las bicicletas no fueron la primera alternativa contemplada. Normalmente, el propósito para organizarlas suele ser recaudar fondos para una ONG o cualquier otra obra benéfica o causa de concienciación social. Desde sus orígenes se han organizado incorporando diferentes sistemas de locomoción: a lomos de motos o remando en canoas, en embarcaciones a propulsión, conduciendo coches o montando caballos; y ya en última instancia, también las bicicletas se han incorporado.
España, Holanda y Suecia ya han visto cómo se organizaban varios eventos de este tipo, pero es sobre todo en Alemania, donde están haciendo furor y donde antes han despertado. Es lógico si tenemos en cuenta que, por ejemplo, Berlín es sin duda una de las capitales mundiales con un entorno más favorable para los ciclistas gracias a su tupida red de carriles bici.
Estas marchas (mucho más adecuado denominarlas así que carreras convencionales) proponen completar un trayecto que obliga al paso por cinco o siete puntos de control o «checkpoints». A cada participante, en cada uno de estos checkpoints, se le hace entrega de una carta de la baraja francesa. Con las cinco o siete cartas ya en poder del corredor y habiendo llegado a la meta, el vencedor es aquel que complete la mejor mano combinando los naipes que le hayan tocado en suerte. Se establece un tiempo mínimo para finalizar la prueba, pero esto no suele suponer una elevada exigencia para los ciclistas implicados.
Lo cierto es que la relación entre este juego de ingenio y habilidad con el ciclismo no es nueva: Óscar Pereiro, todo un campeón del Tour de Francia, ya ha demostrado ser capaz de alcanzar éxitos también en esta otra disciplina.
Siempre son bienvenidas las iniciativas que sustituyen el rigor competitivo por un ambiente más distendido, y que al mismo tiempo continúen promoviendo las bondades del ejercicio físico, especialmente cuando se involucra a nuestra querida bicicleta. Estas modalidades, además, abren de pleno la posibilidad a disfrutar de jornadas de pedaladas en familia, donde o bien los diferentes miembros son los encargados de realizar las diferentes etapas entre checkpoint y checkpoint, o simplemente acompañan durante el transcurso de la marcha. Estamos impacientes por ver cómo se desarrollan en un país como el nuestro, y también curiosos por contemplar las potenciales variedades ibéricas. ¿Inventaremos quizás la Brisca sobre dos ruedas?