Viajar en bicicleta es una de las mejores formas de descubrir un destino, siempre lo hemos dicho. Si además se trata de un país con tantos lugares únicos como es Italia y lo haces participando en una prueba ciclista como el Giro-E, la experiencia es aún más gratificante si cabe.
Y es que a los mando de una bici eléctrica todo se hace más fácil, obviamente, y podemos disfrutar aún más de los paisajes que recorremos sin dejar de practicar nuestro deporte favorito. Contacto directo con la naturaleza o un mayor alcance son algunas de las muchas ventajas de hacer cicloturismo con una ebike.
Todo esto lo hemos podido comprobar en el reciente Giro-E, la prueba para bicicletas de pedaleo asistido que se lleva a cabo en paralelo al Giro de Italia. Invitados por ENIT, la agencia nacional de turismo del país trasalpino, tomamos parte en algunas de las etapas de esta atractiva cita, a medio camino entre una carrera y una marcha cicloturista.
Quienes conozcan el carácter italiano y hayan participado alguna vez en una granfondo o prueba similar en aquel país sabrán muy bien que allí pocas veces se trata sólo de pedalear y disfrutar del entorno. La competitividad sobre la bicicleta es innata en los italianos y rodar simplemente relajado no va con ellos ni en este tipo de eventos, lo cual le añade un componente de reto que supone un aliciente adicional para muchos ciclistas.
Cicloturismo competitivo
Este año, el Giro-E, al igual que el Giro de Italia profesional, se trasladó de mayo a octubre a causa de la crisis sanitaria provocada por el coronavirus. Pese a las medidas de prevención y seguridad tomadas, el Covid-19 marcó esta edición, ya que ésta no pudo celebrar su tercera semana y llegar a Milán por diversos positivos alrededor de la caravana de la prueba.
RCS, empresa organizadora, optó por la prudencia y prefirió dar por finalizada la carrera antes para evitar problemas y proteger al Giro de cualquier posible incidencia. Una lástima para los participantes, pero algo lógico en estos difíciles tiempos que corren para todos. Hay que adaptarse a las circunstancias y ser cautos, qué remedio.
Pese a ello, los equipos y ciclistas que tomaron parte en el Giro-E 2020 pudieron disfrutar de hasta once etapas, que con una media de unos 80 kilómetros, recorrían la parte final de las del Giro de Italia. Rodar por los mismos escenarios que los profesionales tan sólo unas horas antes que ellos y ya con público en las cunetas, cruzar la línea de meta totalmente preparada o subirse al mismo podio es sin duda una experiencia única que disfrutará cualquier aficionado al ciclismo.
Además, las diferentes pruebas a las que se enfrentaban los equipos añadían un extra de competición que motivaba sobremanera a los participantes, que luchaban por los diferentes maillots en juego. En nuestro caso, la escuadra ENIT estaba capitaneada por Max Lelli, ex profesional con un podio en el Giro de Italia en su palmarés, entre otras muchos hitos. El ex ciclista de Mercatone Uno, Saeco o Cofidis nos apretó las tuercas en la pruebas de regularidad (el equipo debía completar un tramo determinado a una velocidad concreta) y luchó en los sprints finales de los capitanes, acabando el equipo en el primer puesto de diversas clasificaciones, entre ellas la general. ¿Quién dijo que sólo se trataba de cicloturismo?
Tanto en estas pruebas como para superar las mayores dificultades del recorrido dispusimos de una ebike De Rosa equipada con motor eléctrico Bafang, grupo electrónico Shimano y ruedas Fulcrum. Una ayuda inestimable especialmente al enfrentarse a las rampas más empinadas, aunque cuando el pelotón rodaba en el llano a más de 25 km/h tocaba exprimirse a fondo como con cualquier bici. Sin problemas, nada mejor que disfrutar de la deliciosa cocina italiana una vez finalizadas las etapas para recuperar fuerzas.
Paisajes variados
En esta edición, el Giro-E recorría Italia prácticamente de sur a norte, por lo que los participantes pudimos descubrir lo único y muy variado de sus regiones y paisajes conforme la carrera se aproximaba desde Sicilia a los Dolomitas: los escenarios únicos de la isla mediterránea, con el Etna como primera gran dificultad montañosa, la entrada a la península por Calabria y posteriormente Basilicata y Puglia, la ascensión hacia el norte a lo largo de la costa del Mar Adriático pasando por Abruzzo, Marche y Emilia Romagna, y visitando también la República de San Marino.
El Giro-E se quedó lamentablemente allí y no continúo el camino previsto. De todas formas, muchos de los participantes pudimos seguir disfrutando de Italia ya fuera de la prueba pero por algunos de los escenarios que figuraban en el libro de ruta.
Así, entramos en el Véneto para pedalear rodeados de viñas por parajes tan hermosos como las Colinas del Prosecco, declaradas Patrimonio Mundial de la Unesco; o nos adentramos en Friuli Venezia Giula, más al norte aún, para escalar algunos de los duros y hermosos puertos de los Dolomitas.
Nos quedamos con las ganas de explorar otras regiones italianas como el montañoso Trentino-Alto Adigio (Madonna di Campiglio, Stelvio, Lagos de Cancano…), el Piamonte (Sestriere) o la Lombardía (Milán), como tenía previsto el Giro-E, pero las circunstancias actuales son las que son y hay que adaptarse. Pronto vendrán tiempos mejores y seguro que podemos volver a Italia para disfrutar de la bicicleta, ya sea en esta prueba ciclista, cualquier de sus muchas granfondos o simplemente practicando cicloturismo con familia o amigos en alguno de sus rincones. Después de haber pedaleado por allí unos días, os lo recomendamos sin ninguna duda.
Galería de fotos
Lo mejor de la primera semana del Giro-E 2020
Lo mejor de la segunda semana del Giro-E 2020